Desde hace unos años que estoy con esto del blog tengo una polémica permanente con
Cavallazzi. Él siempre ha sido un gran crítico de la navidad, por pensar que se trata de una festividad carente de significado y cuya única virtud es fomentar la economía. Yo en cambio era una gran defensor de la navidad secular... Así es, lo que para algunos puede sonar como un oxímoron para otros es una realidad. Hace poco vi a una querida amiga, atea, hija de padres ateos, que siempre ha festejado la navidad y que ahora sus hermanos -ateaos- viajan con espos@s (¡@!) para celebrar una navidad atea. Bueno, pues aunque no fui criado como ateo, en algún momento de mi vida defendí esa navidad de pistas de hielo temporales (jóvenes lectores, les aseguro que la del zócalo no es la primera), jazz (Frank Sinatra y los Squirrel Nut Zippers son un
must) y decoración roja y verde; esa navidad de osos polares de Coca Cola, cuentos del Dr. Zeuss y especiales de navidad de todas las caricaturas (el de Peanuts, es otro
must.) En fin, la única navidad que podría conocer un niño consentido y agringado como yo. Sin embargo, partiendo de que el capitalismo avanzado no es una cosa que se terminará de una manera tan fácil como boicoteando la navidad, no le encontraba sentido a la objeción de mi cuate... ¿qué tiene de malo aumentar la convivencia y crear un ambiente más lúdico durante una determinada época del año? El 23-24-25 de diciembre es el día que amanece después de la noche más larga del año, por lo que existe una festividad transcultural (incluída la cultura nahautl) en estos días. Por eso los cristianos escogieron arbitrariamente el 25 de diciembre, por la dificultad de opacar las fiestas paganas (un argumento más para los enemigos de la navidad, pero también para los amigos seculares.)
En cuanto al consumismo, no sólo el gasto "activa la economía" como dice Cavallazzi (en el fondo sí aumenta la renta, aunque reduce el crecimiento a largo plazo), sino que en propuestas económicas alternativas, como la de Silvio Gesell, los problemas de desigualdad se resolverían si en vez de acumulación de riqueza el dinero perdiera su valor en un determinado tiempo y quienes ganaran más se vieran en la necesidad de gastarlo todo.
¿Qué más podría decir? La historia cultural de la navidad, va mucho más allá de Mickey Mouse; basta pensar en los villancicos de Bach, por ejemplo, capaces de enaltecer el espíritu fuera de un contexto de culto (ya Agustín advertía contra la música sacra, por ser capaz de distraer de la contemplación divina al producir placer estético.)
En última instancia el buen Cava no podía argumentar contra mis años acumulados de buenos recuerdos y mis buenos sentimientos hacia la navidad. Sin embargo desde un punto de vista moral, tenía razón en denunciar la exhuberancia, y la locura colectiva, y especialmente el capricho de tener "sentimientos navideños" sólo con pretexto de las fiestas decembrinas.
Aún dándole la razón, contra la postura "anti-navidad" de algunos yo pienso que un cristiano puede tener una visión auténticamente religiosa de la vida sin denunciar las fiestas navideñas como una hipocrecía. En cuanto a la arbitrariedad, si fuera un verdadero impedimento, no existirían ritos en -prácticamente- ninguna religión. Finalmente, si la navidad deja ver tantos vicios de la vida contemporánea, ¿no es justamente una buena
ocasión para predicar el cristianismo? Yo no soy cristiano, y al igual que muchos cristianos no merezco ser llamado de tal modo sólo porque en alguna oficina haya un acta de bautismo con mi nombre en algún lado y porque quizá mi abuela tenga entre bolas de naftalina mi ropón. Tampoco creo en las cosas que cree un cristiano. Sin embargo, entre la navidad de Walt Disney y la que representó Francisco de Asís (devoto de la
navtivitas) en Greccio, me quedo sin pensarlo con la segunda. (Kierkegaard en un sermón de año nuevo sugirió que nadie debería hablar de "tener fe", pues representaría un acto de soberbia para quien lo dijera y excluiría de manera triste a quien careciera de ella. Por eso todos deberíamos decir que estamos "a la espera de la fe", pueden buscar la traducción publicada por Luis Guerrero). Si mi postura es comodina, hipócrita o contradictoria, mis amigos seguramente no me dejarán vivir en el engaño, e hincarán el diente en la llaga hasta que sea necesario (esta expresión yuxtapuesta denota el método mayéutico).
Termino con un bonito cuento de Tolstoi, que pocos de mis alumnos y amigos saben apreciar. Supongo que es difícil ver más allá de la cursilería. Por si alguno no lo conoce y quiere darle una oportunidad lo copio íntegro. No es un cuento de navidad, aunuqe sospecho que eso lo hace más
ad hoc con lo que he dicho en este post. Espero que pasen una feliz navidad, y si no al menos que descansen en estas vacaciones.
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El zar y la camisaUn zar, hallándose enfermo, dijo:
--¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!
Entonces todos los sabios se reunieron y celebraron una junta para curar al zar, mas no encontraron medio alguno.
Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curar al zar.
--Si sobre la tierra se encuentra un hombre feliz --dijo--, quítesele la camisa y que se la ponga el zar, con lo que éste será curado.
El zar hizo buscar en su reino a un hombre feliz. Los enviados del soberano se esparcieron por todo el reino, mas no pudieron descubrir a un hombre feliz. No encontraron un hombre contento con su suerte.
El uno era rico, pero estaba enfermo; el otro gozaba de salud, pero era pobre; aquél, rico y sano, quejábase de su mujer; éste de sus hijos; todos deseaban algo.
Cierta noche, muy tarde, el hijo del zar, al pasar frente a una pobre choza, oyó que alguien exclamaba:
--Gracias a Dios he trabajado y he comido bien. ¿Qué me falta?
El hijo del zar sintióse lleno de alegría; inmediatamente mandó que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien en cambio había de darse cuanto dinero exigiera.
Los enviados presentáronse a toda prisa en la casa de aquel hombre para quitarle la camisa; pero el hombre feliz era tan pobre que no tenía camisa.