Kierkegaard escribió un gran tomo titulado "Fragmentos filosóficos" y después se aventó un post-scriptum del doble de tamaño. "¿Vale la pena hacer eso sólo para un chiste?" se preguntaba Narve Strand, doctorando y profesor de la Universidad de Boston. Para quien esté familiarizado con mi obra la respuesta es obvia.
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Aldous Huxley se llegó a burlar un par de veces de su principal competidor anti-utopista George Orwell. La diferencia entre ambos libros, decía Huxley, es que su profecía sí se cumpliría; y si tuviera que cambiarle algo a
Un mundo feliz solamente haría las fechas más próximas.
Hasta hace poco este parecía ser el enfoque correcto. La globalización antes que nada exporta el capitalismo. Los viajes de Londres a Nueva York en 6 horas han dejado de ser un asunto de ficción, y para muchos alarmistas las nuevas generaciones de antidepresivos surgidos a partir del prozac no distan mucho del soma. Existen, hoy en día defensores, de la "ingeniería hedonística".´"Lo saludable no tiene por qué ser equivalente a lo natural", dicen, "un medicamento que nos hiciera más felices a todos debería ser repartido voluntariamente".
Para ser sincero, me cuesta trabajo ser crítico del capitalismo, no porque sea burgués -en mi familia prácticamente nadie tiene medios de producción, salvo mi tío abogado y su despacho- sino porque a veces es difícil no confundirse con la masa irracional que une su voz a lo que se(
Man)considera políticamente correcto. Es decir, la delgada línea entre un globalifóbico y un globalicrítico es demasiado delgada.
Sin embargo debo conceder que el triunfo del capitalismo es avasallador y probablemente irreversible. No sólo en lo económico, como ladra Baudrillard, sino que la amalgama de valores resultante del cristianismo y el derecho romano, pero sobre todo de la ilustración francesa, comienza a exportarse y adoptarse. Lo étnico deja de ser un esquema donde co-existen distintos paradigmas, sino que se vuelve lo exótico dentro de un gran marco común que es la ilustración (en mi terminología, etnicidad cero). Los consumidores pertenecientes a la mayoría escogen desde la samba y el capoeira hasta el jazz mixteco de Lila Downs; pero las minorías no se sienten en una relación de iguales (como los indios que llamaban "cara pálidas" a quienes los llamaban "pieles rojas") sino que se avergüenzan ante la mirada ilustrada. Y es natural tratándose de una mirada que con fascinación convierte la cultura del otro en objeto tan sólo porque la suya es demasiado aburrida.
Así, con la universalización la etnicidad dejará de ser una herencia y una cosmovisión para convertirse en una subcultura que uno podrá escoger tan fácilmente como hoy en día se escoge ser
goth o punk. La libertad, como creyó Orwell, no peligrará. Los consumidores libres compran más.
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Hobbes en su teoría del pacto dejó claro que los individuos siempre construirián estados para estar a salvo unos de otros, pero que los países en sí permanecerían en estado de naturaleza (tratando de dominarse unos a otros). Kant fue más optimista, predijo una liga de naciones parecida a lo que actualmente sería la ONU si funcionara correctamente y tuviera un poder más coercitivo. Si bien faltan muchos esfuerzos por realizar, éste no parece un futuro imposible.
Sin embargo el mejor amigo de un gobierno totalitario son sus enemigos. La URSS se mantuvo en pie en buena parte por ello, y Bush -mutatis mutandi- salió triunfante por un electorado que a regañadientes escogió la continuidad en tiempos de guerra. Lo mismo puede verse en la novela de Orwell, donde el gobierno se encuentra en constante guerra con Eurasia.
Sin embargo en un mundo donde hay un pacto entre Estados los países dejan de ser unos enemigos de otros, y el enemigo comienzan a ser los grupos que atentan contra el Estado. Por desgracia el mundo dista todavía mucho de ser pacífico, y por suerte no existe aún una red mundial de terrorismo. La liga de la justicia y sus archi-enemigos lidereados por Lex Luthor aún pertenecen al mundo de los comics. No por ello hay que dejar de tomar en cuenta que ya se habla de una "lucha internacional contra el terrorismo".
Desde que se firmó el
Patriot Act la privacidad dejó de ser un derecho en EU para convertirse en un privelegio del gobierno (la falta de transparencia en asuntos militares y de inteligencia provoca que se gasten fuertes cantidades de dinero sin que el pueblo norteamericano tenga idea alguna de cómo se administra). "El que nada debe nada teme" no es una máxima que -al menos en este caso- aplique. El que nada debe tiene mucho que temer de un gobierno alarmista que conoce sus datos confidenciales.
Por otra parte conforme las instituciones crecen y se hacen más complejas las gestiones comienzan a volverse eternas. Uno de los propósitos principales de la constitución europea era reducir la burocracia, que ya amenaza con poner en entredicho el poder de actuar como un bloque efectivo. Tanto en la iniciativa pública como privada la tendencia parece ser dividr, delegar, partir; según la lógica moderna de la especialización. Tan sólo pregunten a alguien dentro del ramo empresarial, acerca del papeleo necesario para certificarse como ISO-9000. Abogados, contadores y administradores públicos pronto no serán suficientes para semejantes labores, veo venir -si no es que ya existe- una licenciatura en gestión.
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Es así que
Un mundo feliz y
1984 han dejado de ser antiutopías que compiten para convertirse en dos caras de la misma moneda. Quizá me apresuro, pero creo que el empate ya puede ser declarado. Estos clásicos -ya del siglo pasado- permanecerán como recordatorios de los extremos de los que debe alejarse la humanidad en este confuso estado pre-paradigmático que con pasos inseguros avanza hacia lo siguiente. La discusión entre la justicia total de Platón y el liberalismo de Aristóteles sigue vigente. Inclinarse demasiado hacia un lado implicará necesariamente ciertas consecuencias negativas, es necesario pensar en los problemas concretos y resolverlos cuando se trata de ingeniería social, pero sin perder de vista los grandes males que pueden ir tomando forma con cada pequeña decisión (como el patriot act). Tal como lo dijo Gandalf, no podemos escoger el tiempo en que vivimos, mas sí qué hacer con tiempo que nos fue dado. Este mundo confuso que no escogimos y que no tenemos muchas posibilidades de cambiar.
Queda probado pues, que el producto de dos cosas imaginarias es una real, negativa.