Sin título

Hace poco hablé con Guillermo, que terminó de estudiar filosofía y va a estudiar medicina. "¿En qué te gustaría trabajar?", le pregunto. "En salud pública", me responde. "¿No te importaría tener un trabajo administrativo?". Pregunto porque normalmente es la última opción de los egresados de medicina, sólo cuando tienen dificultades colocándose en la práctica o en la investigación aceptan un trabajo administrativo. "Si es en salud pública no".
Antes que eso lo escuché decir que estudiaba medicina porque se necesitaban médicos. Pocos escogen su profesión por razones éticas.
Veo también a Sofía, que estudió historia y actualmente se dedica a dar clases en una preparatoria privada por las mañanas y por las tardes a dar asesorías de primaria en un centro de atención social. Sobra decir que por lo segundo no cobra un peso.
Fátima rechazó un trabajo fácil y prestigioso en San Carlos para realizar su servicio social en un proyecto del MUNAL que busca llevar las obras de arte a niños con enfermedades terminales.
Otros compañeros de filosofía fueron dos semanas a michoacán para evaluar y mejorar el sistema educativo rural. Un colega filósofo llamado Leopoldo, lleva dos años de maestro rural en un pueblillo perdido de Jalisco; el sueldo es nimio. Otro colega no soporta la filosofía, pero se mantiene estudiando el posgrado porque tiene en mente una investigación y su versión de divulgación que pueden ayudar a mejorar las cosas.

Me da gusto conocer tanta gente que piensa en aportar algo y no sólamente en recibir. Algunos creen que no son personas superficiales tan sólo porque en vez de dinero y altos puestos desean publicaciones y doctorados. Aportar algo no significa tener un trabajo sin paga, trabajar en una ONG o realizar labor social (todo lo cual está excelente); sino también pensar en desarrollar una profesión que combine los intereses propios, habilidades, con las necesidades alrededor nuestro. Estudiar es una responsabilidad, y estas personas se dan cuenta. Ello me hace sentir un cierto optimismo, tan poco frecuente en mí, que normalmente soy acidillo e irónico.