Thursday, November 10, 2005

No hay banda.

En una partida de bingo (Jack o Caliente, si prefieren) uno de los participantes comienza a levantar los brazos y a señalar su cartón. El juego continúa sin que nadie lo note. Ansioso por hacer notar su triunfo se levanta y hace aspavientos aún más llamativos. Ya en su desesperación se abre el cierre del pantalón como puede. La persona de al lado dice "¡Oigan todos! ¡El mudito se la sacó!".

Pues bien, esta pequeña historia me sirve para expresar el estado psicológico provocado por la afasia, que en mi caso mutatis mutandi, ha sido una larga avería de teclado que hoy -si bien no ha llegado a su fin- ha sido temporalmente resuelta.

El mismo Abraham cuando descreyó de la promesa de Yahvé de que su esposa le daría un hijo (una falta de fe que por su parte es comprensible, tomando en cuenta que la señora rondaba los 80), como castigo perdió el habla; aunque Derrida dispuesto a torcer las cosas como siempre, señala en Donner la morte respecto a la historia bíblica que el verdadero silencio es el habla. La idea no es nueva, y si mal no recuerod en The Pillow Book el libro del silencio de la moderna Sei Shonagon estaba trazado en la lengua de uno de sus libros vivientes.

Un caso contrario, pero tan milagroso como el de Abraham, quizá sea el de Hellen Keller, que siendo sorda aprendió a hablar colocando su mano en las cuerdas vocales de su maestra Anne Sullivan. O más dramático aún, cuando se puede hablar y se escoge el silencio. Silent Bob es insuperable en esto, y en los contados momentos en que habla sus palabras no pasan desapercibida.

Algo tendría que aprender de él, yo que siempre hablo de más.

Tras haber recuperado la voz (léase "el teclado") intentaré escribir con una sabiduría digna de Silent Bob, o al menos dejaré atrás ese horror vacui que hace que uno comience a llenar espacios cuando más bien habría que crearlos.

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