Tuesday, November 22, 2005

Iniciales

En el 2001 Catherine Millet, una reconocida crítica de arte, publicó La vie sexuelle de Catherine M. Puesto que la obra está firmada con su nombre real y completo, el viejo recurso de la inicial resulta irónico. El libro, dicho sea de paso, es bueno, sus cuatro capítulos se llaman "El número", "El espacio", "El espacio replegado", y "Detalles". Aquellos asiduos a la literatura erótica estarán acostumbrados a esa prosa -cuasi poética- que inteligentemente se deja llevar por profundas reflexiones a partir de experiencias sexuales. Yo no, así que el libro me resulta un poco cansado; salvo quizá las descripciones de sexo grupal, que nunca sobran.
Un caso más reciente (2004)es el de Melissa Paranello, quien también publicó sus memorias sexuales, sólo que teniendo un poco menos de 18 años, las cuales sobrepasan por mucho en cantidad y crudeza a lo esperado, especialmente tomando en cuenta que la mayoría de los hechos suceden cuando tiene 15 . El recurso, humorístico en Millet, en Melissa Paranello es sencillamente pragmático; por su minoría de edad la editorial saca el diaro firmado por Melissa P. En cuanto cumple la mayoría de edad la señorita va por sus 15 minutosde fama, apareciendo ya con su nombre completo en varios programas de televisión. De los fragmentos que he leído, I cento golpi di spazzola prima di andare a dormire (los cien golpes de pincel antes de ir a dormir), es menos inteligente que el trabajo anteriormente mencionado, y si bien parece igual de sincero, desgraciadamente tiende mucho al melodrama. Es la historia mil veces contada de la adolescente con crisis de identidad que busca redimirse a toda costa en el reconocimiento sexual con hombres mayores.
Además del cliché de la autoría de las memorias sexuales, este uso de iniciales para personas y lugares con el fin de lograr una supuesta discreción se volvió un recurso literario más en el romanticismo, quizá porque daba un toque realista a las cartas o novelas escritas como relación de hechos verídicos. Otro factor que no hay que dejar de tomar en cuenta es el principio de economía, quien haya intentado escribir ficción sabrá lo molesto que es pensar en un nombre para un personaje. De provenga quizá el abuso de las iniciales misteriosas, cuyo uso inteligente y con un propósito (como en el caso de Joseph K.) son pocos, y más bien la regla es una trivialización rayando en lo cursi.
Esto permite a Woody Allen burlarse citando este supuesto fragmento de novela en un texto humorístico: "¿Debo casarme con W.? No si no me dice las otras letras de su nombre".

3 Comments:

Blogger Guillermo Núñez said...

Recuerdo que cuando compré La vida sexual de Catherine Millet estaba en el último año de la preparatoria y me dio mucha pena preguntar por el libro en Gandhi. Lo curioso es que, a partir de mi manera de andar, hablar y probablemente de vestir, la chica que me atendió supo qué libro buscaba antes de que se lo pidiera.

8:59 PM  
Blogger grabiel said...

Y a todo esto, ¿sí prende cualquiera de los dos libros?

De ahí deriva otra pregunta: ¿cuál es el propósito de la literatura erótica? (esta no es tan seria, porque entonces deberíamos preguntarnos cuál es el de la policíaca, el de la psicológica, etc.).

3:15 PM  
Blogger Adriana Degetau said...

pues si, el libro de la Panarello fue un hit total, y si, nos deja al final preguntándonos ¿y luego? aunque bueno... ahora ya viene la película, que según esto la Panarello iba a estelarizar, pero por lo visto se decidieron por Maria Valverde (uyuyuy...), que al fin ya se puede pronunciar su apellido, con sus 18 añitos.

10:51 AM  

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