Reseñas llenas de oraciones subordinadas
En alguno de los 6 libros de la Poética dice Aristóteles que no todo lo que queda bien en un canto épico puede adaptarse con éxito a una tragedia. Para apoyar esto, señala que algunas cosas que relatadas tienen un buen efecto en el público pero resultarían absurdas en una representación visual (da un ejemplo, me parece de la Odisea). Pues bien, la última adaptación de Beowulf (y la única que conozco) sufre constantemente de este fallo señalado por Aristóteles.
Si el género de aventuras -valga el anacronismo majadero- y en general la literatura gringa comienza con aquél cantar, y posteriormente se acomoda bajo la forma de al industria cultural cinematográfica, parecería que al momento en que se hiciera una película palomaera de Beowulf el ciclo se cerraría colapsando al universo.
Sobra decir que aquí no se colapsa nada. La estructura asimétrica de los sucesos narrados en inglés antiguo (o medio, ignoro el dato concreto, Charp me corregirá) por el anónimo autor de Beowulf resulta insulso metido en un formato de dos horas. Y es que los cantares alimentan nuestra imaginación mezclando las aventuras presentes con las pasadas y los males por venir, creando una sensación de eternidad, de infinitas leyendas, lugares y personas.
Curiosamente Tolkien -obsesionado con Beowulf- logró crear en el formato de novela moderna la empresa más ambiciosa para un literato: inventar un cantar. Y es que un cantar, aunque siempre tiene uno o varios a autores, no puede ser sino la expresión final de un mundo autocomprendiéndose. Si bien todas las obras literarias tienen un contexto, podríamos decir que las obras épicas son su contexto. Así, Tolkien crea un mundo, dibuja mapas, inventa lenguajes. Incluso lenguas muertas que no aparecen en sus páginas, pero de las cuales se derivan nombres de lugares. Curiosamente, no sólo Tolkien tiene éxito en su creación moderna, sino que Peter Jackson -omitiendo mucho, mucho material, como aconsejaría el mismo Aristóteles- tiene éxito en transmitir esa sensación de nobleza sempiterna.
Un segundo caso curioso es la reciente película de 300, que no es la primera ni la última narración de la batalla de las Termópilas. Quien quiera criticar su "eurocentrismo" (como mi respetable amigo Alex) debe recordar en primer lugar, que está basada en un comic, y en segundo lugar, que está representando un punto de vista y -como dicen algunso filósofos fancy que se autodenominan hermeneutas (como Charp, Chena y Memo)- poniéndonos en situación (haciendo "fusión de horizontes" pues, para que quede aún más claro). Pues bien, tan efectivas resultan ambas adaptaciones (la de Frank Miller y la adaptación de la adaptación, a cine) que mis alumnos se emocionaron con algo que seguramente para ellos era sólo un suceso perdido dentro de las páginas del libro SEP de quinto de primaria (Historia Universal).
¿Qué falla entonces con Beowulf? Por qué la historia que ha fascinado por siglos a estudiosos de la literatura inglesa (espero nuevamente la opinión de Charp) no logró emocionarme? Quizá la manzana podrida soy yo, porque saliendo del cine escuché a unos jóvenes decir "está muy buena, ¿la habrán sacado de un comic?".
Ahora hablaré del Orto del Perrero. No. El perro del hortelano, la obra que representaron María y su -temporalmente constituída- compañía de teatro, hace un par de meses. La primera revelación fue Lope de Vega. Realmente encontré interesante la pieza, incluso me gustaría leerla pronto -y yo realmente leo muy poco. Recordé mis clases con Abelardo ("loquillo", le decían algunos por su fleco que recordaba a la mascota animada de Universal), donde hablaba del barroco español y de Baltazar Gracián, y de la "discreción", que es como la prudencia griega pero más paranoíca (pues el barroco es un mundo de engaños, espejos, laberintos, un momento el barroco no es Borges). La segunda revelación de la noche fue María. Si bien todos los actores tuvieron una excelente calidad (y hubiera sido difícil saber que eran estudiantes de teatro y no profesionales tan sólo viendo la obra) la actuación de María (Diana, creo recordar que se llamaba el personaje) fue por mucho la mejor. En primer lugar la voz, con una dicción perfecta y proyectando desde el diafragma, el ritmo, la entonación y todas esas cosas que no conozco, del personaje de Diana fueron perfectos. Los movimientos de todos los personajes se veían cuidadosamente planeados, y realmente me recordaron cuál es la diferencia entre leer una obra de teatro y realmente verla puesta. La tercera revelación fue que descubrí cómo puede ser muchísimo más disfrutable ver teatro de cerca (por la parte histriónica), como se me perdieron mis acompañantes en el primer acto me senté yo solo en la segunda fila y en el segundo acto me reuní con ellos detrás. La cuarta revelación de la noche fue Karim, un amigo de Memo Núñez, que además de ser un gran tipo y trabajar en la CNDH, es -como yo- un gran admirador de la música de Mahler. La quinta revelación no fue tan buena, y es que las malteadas de un cierto lugar de hamburguesas -retro- de la Condesa no le hacían honor a su precio, y no tenían el espesor que uno esperaría de ellas.
Iba a hablar sobre Mario's Galaxy, pero en realidad no hay mucho que decir. Es cuestión de que a uno le gusten los videojuegos llamados de plataforma. Si esto es el caso, parece que Mario Galaxy es lo mejor que hemos visto desde Mario 64 (superando, parece ser, a Viva Piñata). Si a uno no le gustan los juegso de plataforma no hay mucho que hacer. Allá ustedes con sus shooters.
Si el género de aventuras -valga el anacronismo majadero- y en general la literatura gringa comienza con aquél cantar, y posteriormente se acomoda bajo la forma de al industria cultural cinematográfica, parecería que al momento en que se hiciera una película palomaera de Beowulf el ciclo se cerraría colapsando al universo.
Sobra decir que aquí no se colapsa nada. La estructura asimétrica de los sucesos narrados en inglés antiguo (o medio, ignoro el dato concreto, Charp me corregirá) por el anónimo autor de Beowulf resulta insulso metido en un formato de dos horas. Y es que los cantares alimentan nuestra imaginación mezclando las aventuras presentes con las pasadas y los males por venir, creando una sensación de eternidad, de infinitas leyendas, lugares y personas.
Curiosamente Tolkien -obsesionado con Beowulf- logró crear en el formato de novela moderna la empresa más ambiciosa para un literato: inventar un cantar. Y es que un cantar, aunque siempre tiene uno o varios a autores, no puede ser sino la expresión final de un mundo autocomprendiéndose. Si bien todas las obras literarias tienen un contexto, podríamos decir que las obras épicas son su contexto. Así, Tolkien crea un mundo, dibuja mapas, inventa lenguajes. Incluso lenguas muertas que no aparecen en sus páginas, pero de las cuales se derivan nombres de lugares. Curiosamente, no sólo Tolkien tiene éxito en su creación moderna, sino que Peter Jackson -omitiendo mucho, mucho material, como aconsejaría el mismo Aristóteles- tiene éxito en transmitir esa sensación de nobleza sempiterna.
Un segundo caso curioso es la reciente película de 300, que no es la primera ni la última narración de la batalla de las Termópilas. Quien quiera criticar su "eurocentrismo" (como mi respetable amigo Alex) debe recordar en primer lugar, que está basada en un comic, y en segundo lugar, que está representando un punto de vista y -como dicen algunso filósofos fancy que se autodenominan hermeneutas (como Charp, Chena y Memo)- poniéndonos en situación (haciendo "fusión de horizontes" pues, para que quede aún más claro). Pues bien, tan efectivas resultan ambas adaptaciones (la de Frank Miller y la adaptación de la adaptación, a cine) que mis alumnos se emocionaron con algo que seguramente para ellos era sólo un suceso perdido dentro de las páginas del libro SEP de quinto de primaria (Historia Universal).
¿Qué falla entonces con Beowulf? Por qué la historia que ha fascinado por siglos a estudiosos de la literatura inglesa (espero nuevamente la opinión de Charp) no logró emocionarme? Quizá la manzana podrida soy yo, porque saliendo del cine escuché a unos jóvenes decir "está muy buena, ¿la habrán sacado de un comic?".
Ahora hablaré del Orto del Perrero. No. El perro del hortelano, la obra que representaron María y su -temporalmente constituída- compañía de teatro, hace un par de meses. La primera revelación fue Lope de Vega. Realmente encontré interesante la pieza, incluso me gustaría leerla pronto -y yo realmente leo muy poco. Recordé mis clases con Abelardo ("loquillo", le decían algunos por su fleco que recordaba a la mascota animada de Universal), donde hablaba del barroco español y de Baltazar Gracián, y de la "discreción", que es como la prudencia griega pero más paranoíca (pues el barroco es un mundo de engaños, espejos, laberintos, un momento el barroco no es Borges). La segunda revelación de la noche fue María. Si bien todos los actores tuvieron una excelente calidad (y hubiera sido difícil saber que eran estudiantes de teatro y no profesionales tan sólo viendo la obra) la actuación de María (Diana, creo recordar que se llamaba el personaje) fue por mucho la mejor. En primer lugar la voz, con una dicción perfecta y proyectando desde el diafragma, el ritmo, la entonación y todas esas cosas que no conozco, del personaje de Diana fueron perfectos. Los movimientos de todos los personajes se veían cuidadosamente planeados, y realmente me recordaron cuál es la diferencia entre leer una obra de teatro y realmente verla puesta. La tercera revelación fue que descubrí cómo puede ser muchísimo más disfrutable ver teatro de cerca (por la parte histriónica), como se me perdieron mis acompañantes en el primer acto me senté yo solo en la segunda fila y en el segundo acto me reuní con ellos detrás. La cuarta revelación de la noche fue Karim, un amigo de Memo Núñez, que además de ser un gran tipo y trabajar en la CNDH, es -como yo- un gran admirador de la música de Mahler. La quinta revelación no fue tan buena, y es que las malteadas de un cierto lugar de hamburguesas -retro- de la Condesa no le hacían honor a su precio, y no tenían el espesor que uno esperaría de ellas.
Iba a hablar sobre Mario's Galaxy, pero en realidad no hay mucho que decir. Es cuestión de que a uno le gusten los videojuegos llamados de plataforma. Si esto es el caso, parece que Mario Galaxy es lo mejor que hemos visto desde Mario 64 (superando, parece ser, a Viva Piñata). Si a uno no le gustan los juegso de plataforma no hay mucho que hacer. Allá ustedes con sus shooters.
6 Comments:
Karim, premio revelación.
Mahler, un mundo por explorar.
Saludos,
rodrigo, perdón por no odiarte, pronto entraré a tu blog
Mira lo que son las cosas. Andaba buscando una referencia borgiana... y me encuentro, o reencuentro, con uno de tus blogs. Recuerdo que alguna vez comentaste aquí mismo que te gustaba más Borges en inglés que en español. Cuenta la leyenda (¿inventada por él mismo?) que la primera lectura que Jorge Luis hizo del Quijote fue en inglés, en una traducción, que le pareció superior al original que conoció después.
Esto ¿qué tiene que ver con tu post de hoy? Pues nada, pero me agrada lo último que has estado escribiendo, me gusta tu sentido del humor.
Un saludo, pues.
gracias erathora, el chiste de borges lo robé de charp, lo puedes ver en la descripción que viene hasta arriba de su blog
saludos!
¿María? ¿Por qué me suena el nombre? ¡Ah, ya! Es la tipa ésa que se la pasa haciendo promoción a su (hasta ahora) única obra de teatro en su blog. Guácala. Hay que odiarla.
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