Wednesday, October 24, 2007

La almohada

Por primera vez en días se abrió la puerta.

- Él te hará compañía.

Observó al intruso con detenimiento, el primer impulso era matarlo, pero dudó. Quizá no era uno de ellos.

- Puedo ver tu rostro – dijo.

El recién llegado no entendió. Quizá fingía.

- Quédate donde estás–dijo– ¿no sabes que puedo matar a voluntad?

La puerta se volvió a abrir y entró reptando una gran serpiente que al instante cayó muerta.

- ¿Ya viste lo que puedo hacer?

Pero el hombre no hizo caso, se acercó al reptil y comenzó a ahorcarlo como si aún estuviera vivo. Después lo arrastró a una esquina y ahí le dio la primera mordida.

- Ya entiendo, es tu alimento. ¿No hablas?

Supo que el nuevo rehén, a quien le escurrían chorros de sangre por las comisuras de la boca, no serviría de mucho. Lo dejó tranquilo, caminó hasta el extremo del cuarto y pateó la puerta varias veces.

- ¡Quiero una tortilla de patatas!

La puerta se abrió con fuerza y se cerró rápidamente. Le arrojaron lo mismo de siempre, un paquete de jamón. Se arrepintió de haber matado a la serpiente, hubiera disfrutado de ver cómo luchaban. Colocó el paquete de jamón en una repisa y se puso a leer a Tolstoi, el cuarto estaba plagado de literatura rusa. Cuando tuvo sueño le echó una mirada a su compañero, que ya iba a más de la mitad de su comida.

- Raciónalo, no te van a dar de comer todos los días. Me voy a dormir, si te acercas te mato.

Durmió por algunas horas y despertó. El hombre acariciaba la piel de la serpiente.

- ¿Crees que deberíamos hacer una almohada con eso? Podríamos rellenarla de Los Hermanos Karamazov.

No ofreció resistencia cuando se la quitó de las manos. Arrancó páginas de un libro hasta que las consideró suficientes y rasgándolas una a una las fue colocando sobre la piel. Después con una engrapadora tomada de un cajón terminó el trabajo.

- Aquí tienes– dijo mientras le lanzaba la almohada – la siguiente es para mí.

Pero ya no hubo otra boa, sólo viboreznos inservibles.

– Mi almohada se está tardando – dijo con una sonrisa, días después– ¿qué te parece si nos la turnamos?

Pero esta vez no cedió, se aferró a ella con todas sus fuerzas, lo cual era innecesario dada la patente inferioridad física de su adversario.

- Recuerda que yo la hice, te voy a matar, dámela.

Así que le clavó la mirada para quitarle la vida. Sólo que no murió. Contempló en sus ojos el secreto y no murió. Un ejército de hombres con el rostro cubierto entró por él y salió rápidamente.

De nuevo estaba solo. Se comió la última rebanada de un paquete de jamón y lanzó la envoltura al suelo. Uno de los hombres regresó por la almohada.

3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

un viejo clásico, cómo olvidarlo. pero cambiaste algo.

9:26 AM  
Blogger Tormentas said...

solamente una iota

8:53 AM  
Blogger Yo said...

Que Manía la de intentar comprenderlo todo. En este caso supongo renunciare, aunque no sin decir que "eso" -no estoy segura de lo que fue- deja una extraña sensación, entre lo absurdo y lo mágico. que en realidad puede no ser ni tan magico, sino una muetsra más de una relación de poder y subordinación. Bien dije que no iba a intentar comprenderlo asi que ahi la dejo.

La almohada con partes de Dostoïevski ¿para qué? para velar el sueño -propio- o para ocultar el de él? -F.D-

1:16 PM  

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